LUNA PAIVA FR AR|ES
Luna Paiva dora objetos que no nacieron para ser arte, pero tuvieron una vida desnuda propia. Rocas montadas, plantas suculentas y cactus, son especies de un reino salvaje que parece habitual: habitantes de la Creación, como nosotros. Sus objetos hablan de una vida que existió antes del ojo humano. Sus bodegones dorados juegan con las capas sagradas del fetichismo presente en el arte contemporáneo, pero también se extienden desde una antigua tradición, donde el bañado en oro encarnaba un anima sagrado. Objetos naturales dorados para la adoración profana.
Luna Paiva nació en París en 1980. Tiene una Licenciatura en Historia del Arte y Arqueología de La Sorbonne y estudió cine en NYU. Sus medios artísticos son la escultura, instalación y fotografía; su obra ha sido expuesta en muestras en América Latina, Europa y Estados Unidos.
Diseñadora de escenografía para la ópera Hércules en el Mato Grosso, CETC/Teatro Colón, Buenos Aires 2014 y Hércules en Mato Grosso, Dixon Place New York 2015 seleccionada y coproducida por Americas Society, New York. Realizó dos instalaciones para Hermès: Ventanas de Artista en Buenos Aires 2014 y en Barcelona 2016. También colaboró con Ferragamo en 2019 con Paul Andrew y con Cartier en 2020.
Como fotógrafa trabajó para medios editoriales como Vogue Italia, L’officiel Art, Barzón, The Skirt Chronicles y Apartamento.
Galardonada con el segundo premio en la instalación colaborativa de Maurizio Cattelan, Eternity 2018, Art Basel cities curada por Cecilia Alemani, Premio Itaú Arte en 2013 y Premio Buenos Aires Photo Petrobras en 2011.
Forma parte de la colección permanente del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.
Unión Posible
Más allá de los límites de un proceso racional, se amontonan piedras, una sobre otra, y el tótem se eleva, un pasaje artificial hacia creencias ancestrales, peso y masa dejados para enfrentar los elementos y nuestra mirada. El tiempo resuena desde estas formas, nos llama.
Intentando alcanzar lo desconocido confiando en la forma, los signos y símbolos para crear un mensaje que solo puede ser descubierto por otra persona, un transeúnte, el espectador en su totem viviente más frágil: el cuerpo y (la piedra final) la mente.
Como el monolito en la película “2001: Odisea del Espacio”, el significado de los antiguos tótems es misterioso y aún así sentimos su poder. Nos hablan y reclaman nuestra atención. Utilizando el lenguaje de la naturaleza para comunicarse, los mojones de piedra o las tumbas de paso sobreviven a sus creadores, marcando el paisaje con una historia visual.