Sebastian Mederos
La pintura y el dibujo son mi pasión casi desde que nací. Mis cuadernos de clase estaban llenos de dibujos, pasaba horas enteras inventando formas y personajes. No prestaba atención a nada más que a las líneas y contornos que surgían de mi imaginación desbordada. Es probable que mi despertar al arte fuera a través de mis progenitores, pintores ambos. Crecí en un entorno artístico, con olor a óleo diría. Solari, el artista, era mi vecino de puerta. Él pintaba en su garage y yo iba al taller. Moría por los personajes con cabeza de animales. En los talleres de Manolo Lima, Nelson Ramos y Clever Lara aprendí mucho, empecé a ordenar y a darle forma a todo lo que estaba en mi universo. Más adelante estudié dibujo en New York. Toda la vida pinté, mientras creaba carreras paralelas en gastronomía y decoración, aunque sin exponer. Regalaba todo, por lo que parte de mi obra está en lo de amigos en los lugares donde yo vivía, New York, Sao Paulo, Buenos Aires, Sydney, Montevideo, Punta del Este. Quedó desparramada pero en buenas manos. Estoy convencido de que en este momento mi camino es a través de lo figurativo. Comparto lo que dijo Peter Doig: “… nunca entendí qué es lo tan conceptual del arte conceptual – toda la pintura, en realidad, es conceptual. Cada cuadro es una idea. Cada cuadro es el resultado de un proceso. …” . Después de mi serie de personajes con cabeza de animales empecé a leer sobre David Hockney y me volqué a la naturaleza. Hasta ese momento mis pinturas eran de personas o personajes, pero contenidas dentro de espacios interiores. Hoy, viviendo en el campo en Punta del Este, estoy inspirado en los bosques y paisajes que me rodean. Lo que más disfruto es el proceso, a partir del lienzo en blanco hasta que termino. Disfruto porque es una cadena, como un viaje: pintando una montaña veo el cielo, pintando el cielo veo un árbol; detrás de ese árbol un horizonte, y así una cosa me lleva a la otra. Muy pocas veces la imagen primera tiene que ver con el resultado final. Hoy me considero un feliz afortunado porque además del disfrute mío, la gente se engancha con lo que hago.